Impromptus


Acepto que inicialmente me interesé en Mitsuko Uchida por aspectos no puramente musicales. Me parecía muy disruptiva y deshinibida su forma de tocar. Ese acercamiento inicial fue con un DVD de conciertos para piano de Mozart que me parecían una completa locura. De hecho lo compré solo por eso, al ver un trailer de Deutsche Grammophon. Mitsuko toca y dirige como toda una demente. Además de una forma muy oriental para mí, como una especie de samurai. 

En ese mismo DVD había una entrevista, en la que me reveló tres cosas. La primera era que ella contaba que la gente solía decirle cosas como las que comento arriba: que su forma de tocar era muy oriental, muy japonesa. Pero entonces aclaraba que le sorprendían mucho esos comentarios porque musicalmente ella era completamente europea, austriaca, que toda su formación había sido en Viena, entonces que no entendía eso. Lo segundo es que ella decía que era excelente acompañante, como promocionándose en ese rol. Eso me sorprendió porque pensaba que una solista, famosa como parecía que era, no solía pensar en tocar para acompañar a alguien. Claro, después caí en cuenta que Barenboim por ejemplo acompañó y sigue acompañando. Están las famosísimas grabaciones Beethoven junto a Jacqueline du Pré, su primera esposa, pero también con Perlman, Zukerman, e incluso con su hijo Michael últimamente. Y bueno, está también Martha Argerich, quien se la ha pasado haciendo eso en los últimos años. 


MITSUKO Y SCHUBERT


Lo tercero que supe en esa entrevista es que Mitsuko Uchida había grabado una reputada colección de la obra para piano de Schubert. Le preguntaban por esa experiencia y sobre su opinión sobre Schubert, a lo que ella respondía que era un genio, pero que había muerto muy joven. Recuerdo que sobre este punto yo quedé completamente escéptico. Nunca me había parecido que Schubert fuera un genio, “con su ave maría y otras cursilerías austriacas”; definitivamente la ignorancia…

En todo caso, quedé con el mensaje y conseguí la colección Schubert que Mitsuko había grabado. Con esas grabaciones la verdad no me enteré mucho del genio que fue Schubert, solo fue el comienzo de un camino, pero no me marcaron al nivel que han debido. 

En realidad nunca he sido fan de Mitsuko, para mí le hace falta algo. Aunque sus grabaciones de los conciertos de Beethoven junto a Rattle dirigiendo la filarmónica de Berlín me parecen excelentes, calificadas muy injustamente como demasiado lujosas por los críticos de la revista Diapason, quién entiende! Seguro no tenían nada que reprochar pero por alguna razón no querían darle el Diapason d’Or.


SED DE SCHUBERT 


No fue sino hasta la colección de 5 CDs que grabó Barenboim cuando realmente entendí las obras para piano de Schubert. Barenboim me mostró la verdadera cara de Schubert con esa colección. Como si le hubiera quitado todo el lado cursi. Tal vez solo hacía falta que un argentino me hablara de Schubert, no sé, pero esa colección tiene un puesto en lo más alto de mi discovideoteca. Y esas grabaciones las considero de lo mejor que se ha grabado de Schubert, sin duda. Con eso me empecé a interesar más a fondo en Schubert. Entendí que las últimas tres sonatas son algo espectacular, inédito e irrepetible en la historia de la música.

Con muchísima sed por Schubert empecé a explorar las grabaciones de otros pianistas. Estaban Pollini, Schiff y Brendel inicialmente. 

 

La colección de Maurizio Pollini para DG es algo que me marcó en su momento, pero por alguna razón no pienso en Pollini como un gran intérprete de Schubert. No sé de qué se trata.

Por otra parte está Andras Schiff, él sí uno de los grandísimos intérpretes de Schubert. Su colección DECCA grabada en un piano Bösendorfer me movió en su momento. Pero empecé a considerarlo mucho más en serio con las exquisitas grabaciones en la Beethoven-Haus de Bonn en su pianoforte Brodmann de 1820 para ECM. De mis tesoros Schubertianos sin duda. Esa en realidad fue mi entrada a los historicistas. Quedé muy movido en ese momento con esas grabaciones, pero hoy lo atribuyo mucho más al intérprete que a cualquier otra cosa.

Finalmente me empecé a interesar por Alfred Brendel. Me parece que Brendel tiene un Schubert totalmente auténtico, muy profundo y que seguro va a perdurar. De Brendel terminé comprando varios DVDs Schubert en los que aparece con curitas en los dedos: parece que toca hasta reventarse los dedos, y para no manchar el piano de sangre, y poder seguir tocando, se pone curitas. Qué extremo! Al respecto pienso varias cosas: primero que seguro la gente que piensa que la música clásica es suave y bonita nunca se imaginaría que Brendel (sobre todo el ñoñazo de Brendel como le dice Liliana) pueda llegar hasta esos extremos; segundo que dudo mucho que esos rockers que andan por ahí vestidos de cuero y muy machitos sean capaces de algo así; y tercero que un pianista como Barenboim por ejemplo, quien siempre ha defendido que un músico debe hacer muchas más cosas y no solo tocar y tocar, apruebe eso. Y por otro lado, estos personajes extremos siempre me han atraído, me recuerda a Charly García cuando dice que un verdadero artista debe estar dispuesto a morir por lo que hace. 



ALFRED BRENDEL


De Brendel terminé comprando también la exquisita caja DECCA con todas sus grabaciones para el sello. En realidad se trataba de Philips, que luego se fusionó con DECCA. Exquisita caja no solo por sus varias versiones de obras de Schubert, tanto en estudio como posteriormente en vivo, sino también por su Beethoven, su Brahms, su increíble Liszt, Mozart y Haydn. Incluso su único disco Bach es una joya irrepetible en toda la discografía. Creo que nadie entenderá por qué no grabó más Bach. 

Una de las cosas sorprendentes es que en los últimos años una de sus ingenieras de sonido preferidas era Martha De Francisco. Yo había ya oído sobre ella desde hacía años, porque se trataba de la hermana de una profesora de música del colegio Andino, el colegio alemán de Bogotá, en el que estudió Liliana, y del que yo terminé conociendo muchos de los personajes que tenían que ver con música, empezando por el profesor de Liliana, Michael Opelt. De Martha De Francisco, quien además era exalumna del colegio, se decían muchas cosas, se hablaba de su inteligencia, pero sobre todo que tenía oído absoluto, y que participaba en grabaciones de un gran sello discográfico europeo (nunca dijeron cuál, luego supe que era Philips). Se contaban anécdotas de cómo interrumpía grabaciones argumentando que el último de los cellos o cualquier instrumento secundario estaba desafinado, y qué tanto. Toda una leyenda. Pero no fue sino hasta en esa caja de Brendel que me encontré el nombre de Martha De Francisco referenciada como ingeniera de sonido. Además, en el texto de presentación escrito por el mismo Brendel, mencionaba a De Francisco como una de las mejores ingenieras de sonido con quien trabajó, y comentaba que era una de las responsables de que las grabaciones en las que ella había participado perduraran más en el tiempo, a pesar de los avances tecnológicos posteriores. 

Luego de años supe que De Francisco se había trasladado a Canadá y trabajaba como profesora asociada en McGill. Me encontré que había participado en un proyecto de investigación en el que querían recrear el sonido que el mismo Beethoven oía al tocar sus obras utilizando un aparato que le ayudaba a amplificar el sonido, una especie de embudo gigante que se ponía en el oído. Eso terminó siendo un disco, muy experimental, en el que le daban créditos como investigadora a la colombiana.

 

Y LOS IMPROMPTUS ?


En fin, en el camino me interesé por otras grabaciones Schubertianas de una gran variedad de pianistas como Zimerman, Leonskaja, Badura-Skoda, Kempff, Leif Ove Andsnes, Lupu, Arrau, Ashkenazy,… sin embargo, en mi cabeza no había nadie que superara a Barenboim, Brendel y Schiff, pero sobre todo a Barenboim, porque en realidad él me había revelado al auténtico Schubert.

Sin embargo, hasta ahí no hacía mucho la diferencia entre las sonatas, las piezas cortas, los momentos musicales, … y los impromptus. Era una especie de continuo, muy al estilo de la obra de Bruckner para mí. Empezando porque no tenía ni idea qué era eso de impromptu. 


Schubert compuso 2 series de 4 impromptus cada una, en 1827, año de la muerte de Beethoven, y un año antes de la muerte del mismo Schubert. Ese año 1827 se publicaron tan solo 2 de los 8 impromptus, dejando los siguientes 2 de la primera serie para el siguiente año; ese era el plan. Sin embargo, planes solo planes son, y el editor no estaba muy interesado porque en realidad esas piezas no tenían las características necesarias para asegurar un éxito comercial. La idea que tenía era publicar piezas cortas para que los pianistas amateur las tocaran en un entorno no profesional. Sin embargo estas de Schubert no tenían esas características que sí tenían sus predecesores checos, quienes publicaron impromptus anteriormente. La idea de un impromptu es que no siga un patrón preestablecido y que de alguna forma parezca una improvisación. Debe parecer que alguien se siente al piano y que, de improvisto, toque algo corto. En ese sentido es muy revelador el acorde con el que empieza el primer impromptu de Schubert, como si dijera “bueno, silencio por favor, que me senté al piano y tocaré algo de improvisto”. Pero en realidad estas piezas de Schubert no son lo que deberían ser, no son ni tan cortas ni tan fáciles. Exigen una verdadera maestría pianística e incluso hoy se le dificultan a pianistas confirmados. La escucha tampoco es tan sencilla como se supone debía ser. La publicación de la primera serie se completó 30 años después! y la segunda serie se publicó 12 años después de su composición, es decir en 1839.

 

Muchos ven en estos impromptus de Schubert como sonatas escondidas, o intentos de sonatas no declaradas. Grandes afirmaron eso, como Robert Schumann, uno de mis compositores preferidos. Sin embargo para mí no es claro porque la estructura no lo indica así. Yo los asimilo más a algo como las canciones sin palabras de Mendelssohn, pero mucho más elaborados.

 

SOKOLOV Y EL PRIMER IMPROMPTU


Entonces como lo dije antes, en mi cabeza, los abanderados de Schubert durante años fueron Barenboim, Schiff y Brendel. Hasta que oí un disco del ruso Grigory Sokolov por primera vez. En ese disco en vivo, el primer impromptu de la primera serie, es decir el primero de todos, el Allegro Molto Moderato, con el que además Soko abre el concierto, es absolutamente insuperable. Para mí fue un verdadero manifiesto, una declaración. Nunca había oído algo tan desesperado. Bueno, tal vez sí, pero del mismo Schubert, por ejemplo el Andantino de su penúltima sonata, la D959. La diferencia es que ese Andantino creo que casi todos los pianistas le imprimen más o menos el mismo carácter desesperado que debe tener. No hay tantas variaciones entre pianistas en realidad. Como ya lo he dicho en este blog, ese Andantino no merecería una entrada sino un blog completo. Es sin duda uno de mis movimientos preferidos de todo el repertorio clásico. No exagero. En cambio el primer impromptu de Schubert nadie lo toca como Sokolov. 

Hay varios elementos que se pueden identificar en la interpretación de Sokolov. El primero es el más evidente: el tempo. No he oído ese impromptu tocado de manera tan lenta. En realidad hay una grandísima variedad de tempos entre los intérpretes, desde el lentisísimo de Sokolov, hasta el jovial y despreocupado de Zimerman. Pero el de Sokolov es sin duda el más convincente de todos. En cambio, no soporto el de Zimerman, parece que lo tocara por salir del paso. Detestable; aunque varios de los otros impromptus valen la pena, lo comento más adelante. Por otro lado están los matices que utiliza Sokolov, absolutamente exagerados, con grandes contrastes. Esto también lo logra muy bien Uchida; pero el hecho de no combinarlo con un tempo adecuado hace que suene un poco artificial y prefabricado. Sokolov en cambio es un verdadero maestro del equilibrio. Su humildad musical, el no buscar alimentar su ego sino solo la obra, hacen que sea de los artistas más respetados y místicos del mundo, una especie de papa del piano. Otro elemento a destacar es ese rubato, esa flexibilidad en el fraseo, esos microtempos. Esto recuerda en efecto a las interpretaciones de Barenboim y de Brendel, sino que a ellos les hacen falta los otros elementos que sí propone Soko, es decir tempo y matices. Y por último, y tal vez lo más original, algo bien paradójico: los staccatos utilizados por Sokolov. Es que a quién se le ocurre utilizar esos staccatos, esas notas cortas, para esa melodía tan cantante, y además tocada de manera tan lenta? Ningún otro pianista lo hace, solo Soko. Yo creo que es que los otros ni se atreven, pero Sokolov ya está por encima del bien y del mal. El resultado obtenido por Sokolov, al mezclar todos esos elementos, es desconcertante, desesperado, trágico y oscuro. Un milagro. Mientras que los otros tocan una simple marcha, Sokolov toca una verdadera marcha fúnebre. Muy convincente.


GRIGORY SOKOLOV


Bueno, pues esa fue mi entrada a los impromptus de Schubert, y a Sokolov. Solo hizo falta esa grabación de Sokolov para convencerme de iniciar una extensa colección, con todas las grabaciones que pudiera acumular de él. Para mí, es un gran evento cuando Sokolov publica un nuevo disco. Siempre me pregunto “con qué ira a salir esta vez?”. Pero no solo eso. Tener grabaciones de Sokolov bien sea actuales o antiguas es casi un milagro. Resulta que Sokolov hace rato se rebeló, rechazando las grabaciones de estudio. Lo único que accede a publicar desde hace años son grabaciones en concierto. Además últimamente solo hace recitales, no toca con otros músicos ni acompañado por orquesta, no interpreta conciertos para piano, es solo él en el escenario. 

Varios elementos más hacen que Sokolov sea toda una leyenda viviente. Es perfeccionista no solo musicalmente sino que también debe tener el control de todo, desde el lugar del recital hasta los instrumentos. Se interesa de manera extrema por los mecanismos del piano: se dice que el día de un recital pasa 4 horas ensayando y evaluando el instrumento, luego descansa 1 hora, y luego sí da el recital. Además, solo toca lo que quiere: la exigencia es que él es el único que selecciona las obras y el orden, basado únicamente en sus propios criterios no revelados, y que muchos podrían considerar caprichos. Nadie le puede sugerir nada y no somete el repertorio a nadie antes de tocarlo. No habla con periodistas, no hay entrevistas recientes de él. Se dice que los únicos temas de conversación posibles, aún entre amigos, o incluso con su esposa, son el arte, el vino y la literatura. Cómo me cae de bien este tipo! Vi un documental llamado ‘The conversation that never was’ en el que en ningún momento aparece él hablando, sino que otros hablan de él. Ahí me enteré que Sokolov es una especie de ermitaño. Un intelectual introvertido. Ganó el concurso Tchaikovsky cuando tenía 16 años, en 1966 ante un jurado presidido nada menos que por Emil Gilels, otra leyenda, y prácticamente desapareció, un poco como hizo Pollini luego de ganar el concurso Chopin. Sin embargo, Sokolov desapareció en serio, mucho más tiempo, hasta finales de los años 80, momento en que empezó a ganar un gran prestigio. Como profesor de piano en el conservatorio de San Petersburgo, hay una anécdota muy reveladora contada en el documental por una de sus exalumnas: ella se iba a casar y le dijo a Sokolov que en consecuencia no podía ir al conservatorio en unas fechas dadas. Sokolov, en vez de felicitarla, le dijo que cómo se le ocurría casarse si aún no sabía tocar bien el piano, que así no podía casarse! Siempre me dio risa esto, a la exalumna que lo cuenta también, casi no puede de la risa. Es que mucho marciano.


EL CIERRE DEL CICLO


Hace unas pocas semanas Sokolov publicó otro gran disco. Tocando Haydn en el teatro del palacio Esterhazy, en cercanías a Viena, en donde Haydn sirvió durante años, prácticamente como un lacayo, a la noble familia Esterhazy. Sorprende cómo le imprime un carácter único y profundo, con un sonido exquisito, a obras tan sencillas. Este disco lo complementa con la segunda serie de impromptus de Schubert. 

Con esto creo que cierra un ciclo Schubert, el de los impromptus. Sin embargo, de los 8 impromptus, el primero realmente se posiciona muy por encima de los otros 7. Caso contrario pasa con Zimerman, quien en realidad complementa muy bien todos los otros Schubertimpromptuanos, en el sentido que parece un especialista de los impromptus menos buenos, como el segundo y el séptimo, por ejemplo: es decir, Zimerman se destaca en aquellos impromptus menos brillantes de Schubert; en cambio en el primero y el cuarto, por ejemplo, parece que estuviera de afán, como por salir del paso.

Confirmo que Barenboim, Schiff y Brendel son los pianistas más equilibrados en los impromptus. No hay en realidad algunos que se destaquen ni otros claramente inferiores, sino que todos son entre buenos y muy buenos.

En cambio Sokolov, Kempff, Uchida y Zimerman, solo por hablar de unos cuantos, tienen grandísimos altibajos, pero solo con el primero le hubiera bastado a Soko para pasar a la posteridad.


 






Comentarios