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Mostrando las entradas de febrero, 2022

Casi dejo pasar esa de Barenboim

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No sabía muy bien qué pensar cuando se mencionaba en 2019 el Festival Barenboim. Había varios elementos que me atraían, y otros tantos que me alejaban de ese evento. Dentro de los que me atraían se encontraba por supuesto el nombre de Barenboim, de quien soy fan absoluto desde ya hace varios años tanto del pianista, como del director e incluso de la persona, por su lado humanista. Además, desde que me acuerdo siempre he admirado a muchos artistas argentinos, no solo Charly sino Piazzola, y muchos músicos de tango como Salgán, Rovira o Rivero, y muchísimos otros genios. Y ni hablar de los clásicos como Barenboim y Argerich. Justamente otro elemento que me atraía de ese evento era la participación de otra leyenda argentina de la música clásica, nada menos que Martha Argerich.  Y para completar, se encontraba la violinista alemana Anne-Sophie Mutter, quien por esa época había pasado por Bogotá para un concierto en el Julio Mario Santo Domingo que no me hubiera perdido por nada del mundo.

Wilhelm Furtwängler: el antídoto perfecto (parte 2/2)

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No sabría responder por qué Furtwängler se quedó en Alemania pudiendo fácilmente hacer carrera en otro lado. Es decir, los argumentos del mismo Furtwängler y que además utilizó durante su proceso de desnazificación inicialmente me sonaban a excusas poco convincentes, y como muchos, pensaba que Furtwängler le apostaba a que Alemania iba a terminar ganando la guerra, como le reclamaría años más tarde el famoso pianista Arthur Rubinstein, quien perdió a casi todos los suyos en campos de concentración. Rubinstein, junto con otros famosos músicos de origen europeo pero que vivían exiliados en Estados Unidos, como Horowitz o el violinista Nathan Milstein, se opusieron ferozmente a que Furtwängler fuera nombrado director de la orquesta sinfónica de Chicago, nombramiento que estaba prácticamente decidido después de la guerra, en 1948. Horowitz además tenía historias de desplantes que le había hecho Furtwängler en el marco de conciertos en Alemania (“a diferencia de Estados Unidos, acá no tocam

Wilhelm Furtwängler: el antídoto perfecto (parte 1/2)

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Durante muchos años fui alérgico al sonido mono. Claro, con algunas excepciones, como ese magnífico CD doble de Oistrach que comenté en mi entrada sobre Hilary Hahn. Pero en general, el primer criterio para oír una grabación era que fuera en stereo, al menos. Claro, mejor aún si era en alta resolución, como los Super Audio CD (SACD) o los Blu-Ray audio (BRA).   ALGO SOBRE TECNOLOGÍA   Inicialmente me interesé por los SACD sobre todo por la característica multicanal de la mayoría de grabaciones en este formato, más que por su alta resolución. Eso muy al estilo de lo que a mediados de los años 2000 se conocía como los sonidos envolventes dolby 5.1 o más adelante dts 5.1, formatos que enviaban la señal sonora a 5 parlantes medios/altos y 1 bajo. Típicamente, los parlantes medios/altos eran 2 frontales, 1 central y 2 traseros, y el bajo se reproducía por medio de un subwoofer. Hacia el año 2014 adquirí un buen sistema de sonido con un sonido 5.1, sobre todo pensando en los videos de concie