Bruce Lee al piano (parte 1/2)

El 21 de octubre pasado me desperté diciéndole a Enrique, mi hijo de 8 años: “no sabía que Bruce Lee tocaba el piano! Yo pensaba que era un karateca o algo así, si acaso actor, pero no tenía ni idea que tocaba el piano, y parece que no toca mal porque ganó el concurso Chopin de este año!”
 
En efecto, el día anterior, perdón la noche anterior, habíamos esperado horas, tal vez 4 o 5 horas, para saber cuál era el vencedor de la última versión del concurso (versión no.18). Lo habíamos estado siguiendo, como mucha gente sigue un mundial de fútbol. Y es que este concurso es una especie de mundial de … piano. Sólo que sucede cada 5 años en vez de 4, con algunas excepciones, como en 2021, que tocó esperar 6 años en vez de 5 por pandemia. La otra excepción fue la cancelación de la versión de 1942 (la que iba a ser la 4ª versión) porque Polonia se encontraba ocupada por los Nazis y la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Y desde 1949 (la 4ª versión ahora sí) esperaron 6 años también, hasta 1955 (5ª versión). 

Esta versión no.18 del 2021 era la primera que seguíamos tan de cerca. Fue transmitida de manera impecable, en cuanto a producción de imagen y sonido por YouTube Live, y estuvo respaldada por apps especiales del concurso, también con excelente contenido referente a agenda, concursantes, eventos, jurado, etc.

Como les digo, esperamos horas para saber cuál era el vencedor, parece que la deliberación no fue nada fácil, lo cual se comprobó con el anuncio de los resultados. Doce pianistas llegaron a la final, y el jurado, como ya es tradición, de manera informal, de pie, en un lugar de la filarmónica de Varsovia que seguro no fue destinado para eso, le anunciaba en polaco a los 12 pianistas ansiosos y trasnochados, vestidos informalmente (y al mundo entero), los nombres de los galardonados. Del 6º al 1er puesto iban anunciando los ganadores, eventualmente mencionando premios especiales, como el mejor intérprete de sonata o de concierto.

Así, a la japonesa Aimy Kobayashi, finalista también en el concurso de 2015, y que ya tenía una reputada grabación de los preludios completos de Chopin, la anunciaron en el 4º puesto. La rusa Eva Gevorgyan, una de mis favoritas, nada que la anunciaban… En el 2º lugar quedaba el ya famoso japonés Sorita, a quien muchos daban por ganador, incluído yo, incluído él mismo, y para colmo de males compartiendo ese puesto con un polaco cuyo nombre no me acuerdo. Será que Eva iba a ganar? “imposible, está muy joven!, y no se había lucido tanto en la tercera ronda”. Pues no: en el primer lugar efectivamente anunciaban un tal Bruce… Bruce, no Lee, sino Bruce Liu, de nacionalidad canadiense. Quién? No había visto ni oído nada de él durante el concurso. Qué desilusión! Eva se iba con las manos vacías, o casi. A la japonesa Shindo, con su particular técnica, la habían sacado por allá en la segunda ronda. Y al seguro ganador, Sorita, lo había superado Bruce Lee (perdón Liu)! Me sentía estafado, además después de tantas horas de espera.

 

CHO DE CHOPIN 

 

Hasta hace unos años no sabía gran cosa del concurso Chopin, y la verdad no tenía tan clara la importancia de Chopin en la música y en el piano. Sin embargo, lo poco que sabía me parecía tan legendario que pensaba que una persona común no podía seguir el evento de cerca.

En el 2016, nos encontrábamos en Lyon por cuestiones de trabajo (y disfrutando de un merecido año sabático de Liliana) y decidimos ir a un concierto en el auditorio. Desde hacía varios años conocía el lugar: en mi época de estudiante hice las veces de “agente cultural”, ofreciendo la compra de boletas y el acompañamiento a conciertos especialmente seleccionados para mis amigos de doctorado. Nos íbamos algunas veces con mi gran amigo nicaragüense Miguel a ver un concierto para piano (o incluso a ver una ópera de Wagner, pero en la ópera de Lyon, otro lugar al cual le decíamos la tostadora o grille-pain, como casi todos los lyoneses), o con mi “hermano” (mon frêre) de Malí, Abel, a ver una sinfonía de Mahler, al final de la cual me decía que era demasiado lindo y que le habían dado ganas de llorar, o con mis amigas haitianas, Farah y Annie, quienes me decían en el camino que ojalá los músicos no se equivoquen tocando, también a Céline y Marjo si mal no estoy a ver un concierto tocado por Aldo Ciccolini, una leyenda. Alcancé a llevar a muchos de mis amigos y compañeros, quienes al principio les parecía un chiste que les dijera que me gustaba la música clásica: “en serio? la música preferida por grandes y pequeño…burgueses? usted? un colombiano, estudiante de doctorado en ingeniería?”. Claro, es normal que la gente clasifique, catalogue, encasille.

Pero ya en el 2016, el ruso Daniil Trifonov tocaba el tercer concierto para piano de Rachmaninov, y decidimos dejar a Enrique con Angela, la prima de Liliana que vive en cercanías a Lyon, para poder ir al concierto. Para mi máxima desilusión, unos días antes del concierto anunciaron que Trifonov estaba enfermo, y que en su reemplazo iba a tocar un surcoreano de nombre inmemorizable, un tal Seong-Jin Cho. “Ach, yo quería ver al virtuosísimo Trifonov!” Lo raro era que el reemplazo no era cualquier pianista de segunda, se trataba nada menos que del ganador de la última versión del concurso Chopin (2015)! y yo quejándome. Pero no entendía que conservaran el mismo programa, pensaba que Cho solo podía tocar Chopin, tan solo un año (o menos) después del concurso. Por supuesto el concierto estuvo de primera! Impresionante! Rara vez habíamos visto un pianista levitar encima de la silla al tocar algunos acordes violentos del concierto. Hizo varios bises a petición del frío público (para un colombiano es frío: nosotros solemos ovacionar con mucha facilidad) lyonés. En cada bis pensaba que iba a tocar alguna “cosita” de Chopin… y nada, no me acuerdo qué tocó, tal vez Liszt, pero no Chopin. Desde ese día empecé a tomar en serio a Seong-Jin Cho. Me llamaba la atención que la Deutsche Grammophon hubiera sacado un disco con parte de sus presentaciones durante el concurso. Por supuesto fue la primera grabación que conocí de él: se trataba de los preludios completos, increíblemente interpretados, sobre todo pensando en que se trataba de una ejecución durante un concurso. Para mí hoy en día esa es la referencia de los preludios completos de Chopin. De alguna forma fue la puerta de entrada de verdad a Chopin, e indirectamente al concurso Chopin. Algo empezaba a entender sobre ese evento. Aunque hoy en día sigo las grabaciones tanto de Trifonov como de Cho, la verdad me mueve más el surcoreano. La técnica de Trifonov es increíble, pero si hubiera que escoger me quedo con Seong-Jin Cho sin dudarlo.

 

PIANISTAS DE CONCURSO

 

En paralelo, me empecé a interesar en Martha Argerich. En esa época la Deutsche Grammophon publicó una caja con todas las grabaciones DG y Philips. Enrique, que en ese momento tenía dos años, regó un vaso de agua en la caja recién comprada, aún se ven las consecuencias. Me había interesado en Argerich a partir de una grabación de un concierto para piano de Beethoven para el sello Peral, bajo la dirección de Barenboim. Además de llamarme particularmente la atención porque nunca había sabido de ninguna colaboración de los dos argentinos, siendo contemporáneos (luego supe que se conocían desde muy pequeños, incluso hoy en día Barenboim dice que Martha es la persona viva que conoce hace más tiempo), nunca había oído a un Beethoven tan cristalino. Ahora me empezaba a enterar sobre la pianista argentina. 

Había dos eventos relacionados con el concurso Chopin y Argerich. El más inmediato era que había ganado el concurso Chopin en 1965 (7ª versión), primera latinoamericana (y única hasta hoy) en haber ganado el concurso. Increíble! El segundo evento era más controversial: se había retirado del jurado del concurso en la 10ª versión (1980) porque el croata Ivo Pogorelich había sido eliminado en la segunda ronda, agregando que le daba vergüenza pertenecer a un jurado que era capaz de eliminar a un genio: hasta la tercera ronda del concurso, no se delibera sino que cada miembro del jurado da individualmente un puntaje a cada pianista. Claro, desde ese momento también me interesé en Ivo Pogorelich, normal, si un genio dice de otro que es un genio. De hecho, luego me enteré que la carrera de Ivo Pogorelich había sido catapultada por ese evento, y que se había vuelto mucho más famoso que el vietnamita Dang Thai Son (de hecho profesor de Bruce), ganador de la versión de 1980 del concurso, e incluso que todos los otros finalistas de esa versión.


Había otros tres pianistas que había seguido tímidamente hasta ese momento, y que estaban relacionados con el concurso Chopin. 

 

Uno era el italiano Maurizio Pollini, ganador del concurso en 1960 (6ª versión). Lo conocí muy al inicio de mi relación con la música clásica con un CD doble DG de los conciertos para piano de Brahms, mi referencia hasta hace muy poco para esos conciertos, antes de que el dúo latinoamericano Barenboim/Dudamel, que ya comenté en una entrada anterior, lo desbancara. Además tenía un video de sus comienzos tocando Beethoven, Mozart y Brahms bajo la dirección de Böhm y Abbado y en donde se ve su impresionante técnica para los trinos. De Pollini me encanta su Chopin claro, pero también su Beethoven y su Brahms, y más adelante su Schubert. En realidad todo lo que hace me parece increíble. Increíble su Bach por ejemplo. Luego me enteré de su amistad con Abbado, y de sus filiaciones políticas, y, coherentemente, de lo poco que cobraba por cada recital. De hecho en un libro leí que a Martha, quien también es famosa por ser desprendida de lo material, en algún momento le decían que debía actualizar su tarifa si no quería terminar cobrando tan poco como Pollini! Todo eso lo interpreto como parte de la filosofía humanista de Pollini, compartida además con Abbado, a quien también admiro como músico y como persona. Qué personajes esos dos italianos!


Otro era el ruso Vladimir Ashkenazy, quien de hecho ya no lo veo ni como ruso ni de ninguna nacionalidad en realidad. Tal vez más gringo que otra cosa, pero seguro estoy equivocado. Había quedado segundo en la versión del concurso Chopin de 1955 (5ª versión). De él había conocido una caja DECCA con lo que pensaba que era todo Chopin para piano solo. Qué virtuosismo el de Ashkenazy, qué estudios de Chopin, sobre todo el Revolucionario, para mí la versión de referencia, aunque le compite la reciente grabación de Seong-Jin Cho, únicamente disponible en plataformas de streaming. De Ashkenazy también conozco sus interpretaciones de Shostakovitch y Bach. Con él conocí los preludios y fugas que componen el Clave bien Temperado de Bach. Ambos libros le cupieron en 3 CDs: a la mayoría le toman 4 y a Barenboim 5! No he podido saber si es porque los toca demasiado rápido o porque no hace algunas repeticiones. En todo caso me parecen exquisitos. Últimamente decidí completar su colección de Bach, que me ha parecido deliciosamente sin pretensiones. Alguien que lo haya oído también, podría entenderme, tal vez…




El tercero es el polaco Krystian Zimerman (él sí sigue siendo bien polaco en mi mente), quien me empezó a interesar por su ciclo de conciertos para piano de Beethoven iniciado con Leonard Bernstein (a quien adoro) dirigiendo la filarmónica de Viena. Digo iniciado porque este ciclo quedó incompleto tras la muerte de Bernstein, habiendo grabado los tres últimos conciertos. Le “tocó” terminarlo a Zimerman dirigiendo desde el piano los dos primeros conciertos. De ahí la importancia de planear bien las grabaciones de los ciclos: no se sabe nunca qué pueda pasar en el camino, como lo comentaba en la primera parte de mi entrada sobre Celibidache. El caso es que Zimerman, orgullo polaco y ganador neto de la 9ª versión del concurso (en 1975), se identifica como un pianista extremadamente perfeccionista. De hecho no se sabe cómo llegó a entenderse con Bernstein, quien no tenía nada de perfeccionista, al contrario! En efecto parece que Zimerman pocas veces está contento con sus interpretaciones cuando graba, luego de horas y hasta días de grabación. En algunas grabaciones (se sabe de las de Liszt, pero podrían ser todas) ha logrado una interpretación satisfactoria para sus estándares solo cuando el ingeniero de sonido está a punto de renunciar o desmayarse, luego de días sin dormir, a lo Keith Richards en sus años de Exile on Main Street, pero supongo que un poco más clean. 

Esto es bastante revelador de quién es Zimerman. De él me encanta su Chopin y su Liszt, y por supuesto su Schubert a cuentagotas… Según lo que dicen por ahí, su Brahms es impresionante, pero él decidió retirar del mercado la única grabación realizada, y parece que nadie entiende por qué. Cuentan además que en los años 1980 grabó las últimas dos sonatas de Schubert pero que no autorizó su publicación porque no era una grabación satisfactoria para sus estándares. Su último disco Schubert (DG, 2017) retoma nuevamente esas últimas dos sonatas (tal vez las mejores, compuestas pocos días antes de la muerte de Schubert; qué tal el andantino de la D959? no merecería una entrada sino un blog completo), esta vez grabadas en el teatro de la ciudad japonesa de Kashiwazaki en enero de 2016. La historia es que en 2007, Zimerman había dado un concierto en esta ciudad, destinando todos sus honorarios a reparar su teatro, luego de una serie de eventos sísmicos. De vuelta en 2016, el alcalde de esta pequeña ciudad le dice que el 25% de la sala le corresponde a Zimerman, y por lo tanto la pone a su disposición. El pianista acepta, anula su vuelo de regreso y llama a su ingeniero de sonido quien se encontraba grabando en China. Según cuenta el mismo Zimerman, entre los dos pasan varios días en el teatro, sin poder salir, porque la nieve no deja abrir la puerta y tomando mucho café (al menos). Pobre inge no?  


Hay otras historias relacionadas con esta mítica grabación: como que fue el primer disco de la DG en ser grabado en 32-bit o que el piano no era un piano convencional, sino modificado por el propio Zimerman… 

En pandemia, Zimerman grabó nuevamente todos los conciertos de Beethoven, junto con Rattle y la orquesta sinfónica de Londres, con los músicos distanciados socialmente en una formación que incluía pantallas transparentes y que podría parecer bien futurista.


Esta grabación, en la cual vi (porque además sacaron el video en blu-ray de los 5 conciertos durante la grabación) a un Zimerman un poco más relajado que de costumbre, para mí compite con las mejores, y su propuesta me parece aún más interesante e innovadora que lo que hizo en su momento junto a Bernstein. Deliciosa a pesar de que nunca he sido fan de Rattle, aunque le concedo su Sibelius de los comienzos en Birmingham y el Beethoven para el sello propio de la filarmónica de Berlín. Lo último que supe de Zimerman fue que había despedido uno de sus agentes (ya no me acuerdo si era el encargado de sus conciertos en Asia o en Europa) porque se dio cuenta que lo estaba estafando.

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