Mozart 20 (parte 1/2)
Durante muchos años ignoré gran parte de la obra de Mozart. Claro, los conciertos para flauta me encantaban, el réquiem y… no mucho más.
MOZART Y LA FLAUTA
Pero, por un lado, estaba consciente que los conciertos para flauta fueron una especie de excepción en la obra de Mozart, y había una leyenda sobre el desprecio de Mozart hacia la flauta. De hecho siempre fue un misterio para mí cómo alguien puede componer algo tan brillante para un instrumento que desprecia, porque los conciertos para flauta de Mozart, incluido el de Flauta y arpa, cuentan como parte de las grandes obras para el instrumento. Aún sigo sin entender bien la cosa. Hace poco me enteré que tal vez la leyenda del desprecio de Mozart por ese instrumento viene de lo mal clientes que fueron Ferdinand De Jean y el duque Guisnes, quienes en los años 1777 y 1778 contrataron a Mozart para componer los dos conciertos para flauta y los famosos y también brillantísimos cuartetos (De Jean en 1777) y el concierto para flauta y harpa (Guisnes en 1778) pero nunca le pagaron.
DEL RÉQUIEM AL PIANO
Por otro lado, el réquiem es una de las obras más increíbles que se ha inventado el hombre, pero me desconcertaba y desilusionaba pensar que no lo había compuesto Mozart en su totalidad. Entonces, como todo el resto que conocía de ese compositor me parecía extremadamente light y alegre, terminé por despreciar y evitar cualquier otra obra de Mozart, y eso durante muchos años. Cuando empecé a interesarme por los conciertos para piano en general, animado por los de Beethoven tocados por Barenboim bajo la dirección de Klemperer, inevitablemente caí en los 27 conciertos para piano de Mozart. Por supuesto lo primero que me impresionó fue el gran número de conciertos en comparación con los 5 de Beethoven, o sea Mozart compuso más de 5 veces más conciertos para piano que Beethoven, habiendo vivido muchos años menos que el alemán. Ni hablar de otros compositores como Schumann, Brahms, Chopin o Liszt , quienes tan solo compusieron 1 o 2 conciertos, tremendos conciertos por cierto. Conseguí la colección de todos los conciertos tocados por Barenboim dirigiendo desde el piano la English Chamber Orchestra (ECO).
Y me empezó a capturar desde el principio el enfoque directo de Barenboim, con lo que sentía que me hablaba directamente a mí y no a la monarquía de la época de Mozart, con peluca blanca, colores pastel, como siempre me imaginé ese periodo. No, ahora se trataba de otra cosa, de música para mi época, algo increíble, que se lo debo a Barenboim. Por ejemplo las cadenzas, muchas de ellas compuestas por el mismo Barenboim suenan increíblemente actuales sin desentonar con la música de Mozart. Como lo menciono en otra entrada, Barenboim siempre ha jugado para mí el papel de mensajero, del que me acerca las obras lo más posible a mi tiempo y a mi espacio también, un actualizador, casi un curador también, un verdadero intérprete. Esa es la genialidad de Barenboim.
A partir de ahí ya fue la perdición, queriendo conocer todo el repertorio: seguí con las 18 sonatas para piano solo tocadas por Barenboim también, los 5 conciertos para violín por Mutter, las 36 sonatas para violin y piano, y ya que me había gustado tanto el réquiem, toda la obra sacra, y de ahí me empeñé en conocer sus 20 operas, las cuales tenían unas oberturas increíbles, y por lo tanto quise conocer sus 51 sinfonías y por supuesto sus 23 cuartetos, etc.
OTRA PIEDRA ANGULAR
Dentro de toda esa maraña de música increíble, una obra me cautivó desde el principio, y me hizo olvidar ese carácter con que tantas veces etiquetan a Mozart, eso de que era un genio alegre y divertido, y algo superficial. Se trata del concierto para piano número 20, que contiene toda la genialidad no alegre de Mozart, eso que está en el réquiem, y que empecé a oír en varias de sus piezas. Una especie de energía, de profundidad, de misterio, pero también algo de fatalidad y desespero. Realmente esa obra es una gran oportunidad de conocer la música de Mozart y de darse cuenta que su música va mucho más allá de Eine Kleine Nachtmusik. Y que la música de Mozart puede sonar realmente actual, nada que ver con ese Mozart que nos han caricaturizado tanto. Estoy seguro que a ningún humano, al menos de mi época, podría digustarle esta obra, es imposible. Incluso estoy seguro que a cualquier humano le tiene que gustar esta música, obligatoriamente. En mi opinión este concierto marca una especie de ruptura, de cambio de rumbo, es como una piedra angular en la música clásica por varias razones:
La estructura, mucho más sinfónica que los conciertos anteriores, con una introducción orquestal prolongada inspiró compositores posteriores, entre los cuales Beethoven, quien siempre admiró este concierto y que compuso las cadenzas más conocidas e interpretadas hoy. Pero estoy seguro que también inspiró la composición de otras obras tan geniales como el concierto 1 de Chopin, quien era un ferviente admirador de Mozart, y cuyo concierto tiene un gran desarrollo orquestal inicial, aún mayor que este de Mozart. Mozart terminó su composición la noche anterior a su estreno en Viena y no pudo ensayar con orquesta el último movimiento porque estaba aún supervisando el trabajo de los copistas, por lo que la orquesta debió leer a primera vista. Esta obra no fue por encargo sino por necesidad, para ofrecerla dirigiendo desde el piano en ese concierto y recaudar fondos mientras le salía algún contrato de ópera. No me imagino el choque en el público durante el estreno, nunca se había oído algo tan dramático, tan violento, tan anunciador de la reina de la noche.
Adicionalmente, si bien el primer movimiento es el mejor, los otros guardan bastante de ese carácter. El segundo empieza y termina con motivos típicamente Mozart, pero el desarrollo paulatino de la parte central es increíble, pasando de algo ingenuo a una tristeza profunda hasta llegar a gritos de desespero como queriendo salirse de la jaula, para devolverse resignado a su situación inicial, pero sin ser exactamente el mismo después de todo. Esta estructura me recuerda al andantino de la penúltima sonata para piano de Schubert la d959, mi preferida. Esa parte central del segundo movimiento es una verdadera genialidad, una revelación, casi del nivel de la reina de la noche. El último movimiento también tiene ese carácter desesperado de la orquesta, con esas notas repetidas al principio. Creo que Mozart encontró una fórmula que le permitió desplegar toda la fuerza de la orquesta sin competirle al piano, y mostrar todos los sonidos del piano, incluyendo los graves, sin que la orquesta tape nada, ese diálogo entre piano y orquesta que luego se convertiría en una especie de marca para los conciertos clásicos. Solo que en este caso es muy exagerado: cuando el piano suena, la orquesta prácticamente se calla y viceversa. Y el tercer movimiento es la apología de eso. En la versión de Arturo Benedetti Michelangeli (ABM) el piano se siente tan solo que en algunos pasajes casi pierde el ritmo. Esta es una versión exquisita que aprovecha al máximo ese espacio que le da la orquesta al piano, incluso con unos ralentandos que estoy seguro que a algunos les suenan hasta de mal gusto, y eso en todos los movimientos.
BARENBOIM Y LA BÚSQUEDA DEL EQUILIBRIO
Hablando de intérpretes, Barenboim es uno de los pianistas más equilibrados que conozco y cuyos tempos y carácter le hacen verdadera justicia a todo lo que toca, independientemente de su agilidad digital. Esa es la esencia de Barenboim. Y, a diferencia de ABM, en esta obra no es la excepción, pudiendo incluso parecer algo frío en comparación. Algo que siempre noté dentro de las interpretaciones de Barenboim con la ECO es la sobreexposición del piano con respecto a la orquesta. Antes de conocer otras versiones, para mí eran como sonatas para piano solo con pausas de orquesta para que el solista descansara, por eso luego de conocer esas grabaciones me volqué a conocer justamente las sonatas para piano de Mozart, también por Barenboim. Definitivamente la grabación de los conciertos de Mozart por Barenboim con la ECO es una de las grabaciones de conciertos de Barenboim en la que el piano se oye mejor, pero a costa de que la orquesta pierda potencia, y en esta obra en particular esto no le viene bien, porque la parte orquestal es extremadamente importante. Nunca entendí muy bien por qué Barenboim volvió a grabar todos los conciertos de Mozart pero con la Berliner Philharmoniker. Tal vez estaba buscando ese equilibrio. Sin embargo para este concierto, en la versión con la Berliner, el piano no solo pierde brillantez sino que hay unos cambios de tempo en el primer movimiento que me parecen poco naturales. Creo que si bien algo de equilibrio se gana, y en especial los movimientos 2 y 3 se benefician mucho de esa apuesta, sigo prefiriendo la mítica versión con la ECO, con la que me enamoré de Mozart y del sonido del piano.
DEMENCIA Y TIMIDEZ
Pero empecé a estar mucho más consciente de la obra tan tremenda que es este concierto y de su parte orquestal, con un video de Mitsuko Uchida que realmente me atrapó. Inicialmente me atrapó por lo demente de esa pianista. Demente en el sentido literal y también figurado de la palabra. Uno no puede quedarse indiferente al verla tocar esta obra.
Ese video hace contraste con el de Murray Perahia, a sus 30 años dirigiendo también desde el piano y también la ECO. En realidad, en todo el video es evidente un comportamiento muy retraído de Perahia ante las preguntas que le hacen en la entrevista inicial. A mí me parece como un niño, no solo por lo joven, sino por la actitud al contestar.
Pero cuando aborda ese concierto a uno se le olvida realmente eso y lo que uno ve es al mismo Mozart tocando. Yo creo que todos los miembros de la orquesta, todos más viejos que Perahia, sintieron algo similar, con un respeto ganado a punta de virtuosismo, pasión y profundo entendimiento de esa música.
Comentarios
Publicar un comentario