Y si Samson François no hubiera consumido su vida en 46 años?


Había una época en que me gustaba una música clásica muy restringida en cuanto a los subgéneros: únicamente los conciertos (para piano, para violín, para flauta, más tarde para cello) y las sinfonías. El resto me parecía que no valía la pena, recuerdo despreciar a algunos pianistas que tocaban sonatas, diciendo que no son serios porque tocan puras "bobadas". Con la flauta era otro cuento porque sabía de las dificultades que pueden tener las sonatas o, peor aún, las obras para instrumento solo. No sé por qué no extrapolaba para el piano u otro instrumento. Cuando supe que Martha Argerich no había vuelto a hacer recitales sola, sino que por miedo a estar sola en un escenario prefería que la acompañaran orquestas tocando conciertos, empecé a cambiar ese prejuicio. Para mí los conciertos eran un poco como lo equivalente a punteos prolongados en el mundo del rock, sinónimo de virtuosismo. En cuanto a las sinfonías, las entendía como el postulado máximo que un compositor podía hacer, muy al estilo de Mahler y sus sinfonías-universo. Entonces fue lógico que mi colección de música clásica empezara por conciertos y sinfonías.  

EN BÚSQUEDA DE CONCIERTOS

 

Al principio conocía algunos conciertos para flauta: Mozart y Vivaldi claro, casi exclusivamente los de Rampal, otros menos conocidos como Doppler y Mercadante. Aún menos conocidos, los de Khachaturian y Rodrigo (sí, el mismo que el del famosísimo concierto de Aranjuez para guitarra) que conocí por el disco de Patrick Gallois (DG, 1992), uno de mis discos favoritos (en realidad es de Liliana). Pero la literatura para flauta es bastante pequeña, comparada con la de violín y más aún con la del piano. Tanto, que muchos son arreglos de conciertos originalmente escritos para otros instrumentos, comúnmente para violín. A ese propósito discutía mucho con mi amigo del colegio, violonista él, Nicolás Ramírez, con quien tocábamos en trío en las semanas culturales composiciones del “dígame”, un pianista 4 ó 5 años menor que nosotros, quien tenía convencido a todo su entorno que iba a ser el próximo Chopin. En especial tocábamos una composición con una dedicatoria rimbombante a mi hermana. Lo divertido es que en “el dígame” no solo las dedicatorias eran rimbombantes: era una especie de caricatura de lo que uno se imaginaba que era Chopin en la vida cotidiana del romanticismo o algún personaje de La María. Nos reíamos porque llamaba al teléfono de la casa (no había celulares, claro) preguntando sin saludar “DÍGAME Natalia está?” 

En fin, ya habiéndome salido del tema, retomo, aún sin centrarme del todo: con Nicolás discutíamos porque me encanta y sigo defendiendo el magnífico disco Sony (1993) de las 4 Estaciones de Vivaldi por Rampal, qué discazo! 

Qué pena Nicolás, pero sigo pensando que debería ser para flauta, suena mucho mejor que para violín, simplemente por el constraste de timbres. Muy bien lo explica Julia Fischer, niña prodigio del violín, desde los 22 años profesora del conservatorio de Fráncfort (la profesora universitaria más joven de la historia de Alemania), al referirse al efecto que tiene un piano solista versus un violín solista, simplemente porque la masa orquestal está compuesta por puras cuerdas.

Creo que a Vivaldi en esa época no se le ocurrió que sus 4 estaciones fueran para flauta porque era violines (o más bien niñas violinistas) lo que tenía a su disposición en ese instante. Para mí ese es uno de los grandes problemas de los historicistas, que, como diríamos en Colombia, "son más papistas que el Papa", lo que en el caso al que me refiero se traduciría en que (estoy completamente seguro) ponen más reglas, barreras y fronteras (imaginarias, claro está) que las que defenderían los mismos compositores. Hay que ver la respuesta del propio Khachaturian a Rampal cuando el famoso flautista le rogaba que escribiera un concierto para flauta: el mismo compositor le dijo a Rampal que lo que podía hacer era arreglar como quisiera su famoso concierto para violín escrito para David Oistrach en 1940. Aprovechando ese gran permiso histórico, Patrick Gallois propone en el disco que comento arriba su propia versión, diferente, y para mí aún mejor, que la del propio Rampal. Pero esta es otra historia también…


CONCIERTOS DE CHOPIN TOCADOS POR SAMSON FRANÇOIS

 

Empeñado en conocer conciertos para violín y para piano, me topé en una tienda un disco EMI con los 2 conciertos para piano de Chopin a un magnífico precio. Ni sabía que Chopin había compuesto algún concierto para piano, y mucho menos dos. Lo mejor es que ambos cabían en un solo CD y no tenía que invertir nada más para tener ambos: me pareció muy práctica esa operación. No me imaginaba que algunos años después me iba a encontrar con no menos de 10 versiones de ambos conciertos en mi discoteca (Barenboim claro, pero también Argerich, Zimerman (x2), Seong-Jin Cho, Kissin, Pires, Perahia, Fliter, Rubinstein, Trifonov … hasta donde me acuerdo). El protagonista de aquel disco, absolutamente inofensivo, EMI, tan barato, de ambos conciertos para piano de Chopin era un tal Samson François. “Samson? pero quién se llama así, y de apellido François, siendo francés? Debe ser un chiste”.

(cortesía Andrés Contreras)

Bueno, inicialmente ambos conciertos me parecían un poco ingenuos. Por esa época ya conocía algunos de los grandes conciertos para piano (Beethoven, Mozart, Brahms). Pero tenía muy claro que ese primer movimiento del primero de Chopin me iba a acompañar por siempre. Lo estaba conociendo, entonces pensaba que se tocaba exactamente así como lo tocaba Samson François. Al leer el librito me enteré que esta interpretación era muy poco ortodoxa: hay una introducción bastante extensa de la orquesta, y luego entra el piano; según el librito, cuando Samson entra lo hace con un tempo significativamente más lento que el tempo de la orquesta y que (aún peor) lo que Chopin había marcado en la partitura; en seguida el director se adapta al tempo, y una vez todos están en el mismo, Samson decide acelerar, nuevamente de manera significativa, hasta alcanzar la indicación de Chopin. Y así había quedado en la grabación… para la posteridad!!! En serio? Toda la vida me habían enseñado que en música clásica era pecado mortal contradecir el compositor, pero Samson François lo hizo descaradamente, y lo peor es que el resultado es absolutamente exquisito. Nadie puede saber lo que opinaría el propio Chopin de eso, tal vez le gustaría y estaría dispuesto a cambiar la partitura... Hace poco vi una entrevista a Emanuel Ax en uno de mis (ñoño) grupos (como diría Liliana) de Facebook, en donde contaba que hablando con Arthur Rubinstein, éste le decía que no entendía por qué Emanuel tocaba tan rápido y rígido el primer movimiento del concierto para piano no.1 de Brahms. Emanuel le explicaba que no lo tocaba rápido sino que seguía con el mismo tempo de la orquesta sin ninguna modificación, porque además así lo decía la partitura. En la entrevista cuenta que Rubinstein le respondió que le parecía raro porque Joseph Joachim, íntimo amigo de Brahms, violinista y luego famoso director de orquesta, le contaba que el propio compositor tendía a disminuir el tempo cuando entraba luego del tutti orquestal. El mismo fenómeno exactamente!

 

Luego de conocer varias versiones de los conciertos de Chopin, la verdad me quedo con esta de Samson François. Tal vez por lo que comentaba en mi entrada anterior, aquello del primer amor. Sin embargo, hay otras versiones increíbles. Ya se imaginarán, pero la versión de Barenboim, dirigida por Andris Nelsons (uno de los directores actuales más en voga, que incluso sonó para reemplazar a Rattle cuando renunció a la orquesta filarmónica de Berlín), es impecable (DG, 2011). Pero también hay otras, por ejemplo, me encanta la interpretación del ganador del concurso Chopin 2015, el surcoreano Seong-Jin Cho. Es decir, en este caso, me gustan varias versiones de estas obras y disfruto los distintos puntos de vista, pero como decía, me quedo con la de François, si hubiera que escoger.

Con esa grabación de François supe que no se trataba de un pianista convencional y acartonado, como lo que uno se imagina para un pianista clásico. Y nunca oí nada más de él… hasta este año: el sello Erato publicó el año pasado (2020) una caja de 54 CD’s y 1 DVD con todas sus grabaciones y un documental hecho por su hijo Maximilien, conmemorando los 50 años de la muerte del pianista, es decir 1970. 

Hasta ese momento no estaba consciente que Samson François había vivido solo 46 años! Pero había dejado una extensa discografía. Me pregunto, así como para varios, incluidos Chopin, Schubert y Mendelssohn, “qué tal si hubiera vivido unos años más?” Y esa pregunta cobra real importancia en los casos en que se ve una evolución del artista con los años, como es evidente en el caso de Schubert. Por ejemplo, en el caso de Mozart no me parece tan claro, creo que ya había alcanzado un nivel estratosférico cuando murió, igual Beethoven. En cambio, el real desarrollo de Schubert fue en su último año de vida, incluso en los últimos meses. Es demasiado evidente. Me recuerda un poco a Samson François: él grabó 2 veces ambos conciertos para piano de Chopin, una en mono y otra en stereo. Por supuesto la caja contiene ambas versiones. Si bien la de mono es también exquisita a pesar del sonido, la de stereo es la que muestra la verdadera naturaleza del pianista, por lo que comenté.


CUÁL ES LA VERDADERA NATURALEZA DE SAMSON FRANÇOIS?

 

Como ya se lo imaginan, Samson François es un poco una rock-star. Por supuesto, sus excesos no los destapaba en el escenario, como se ve tanto en el rock, aunque a causa de ellos sufrió un infarto en 1968 durante un recital. Para ofuscación del círculo cerrado y conservador de música clásica de su tiempo, este pianista defendía el jazz, no solo tocando con amigos de ese género o componiendo algunas piezas, sino visitando asiduamente clubs de jazz en París, en donde se dice daba rienda suelta al alcohol y a todas las drogas. Igualmente, no debía caer muy bien que dijera que Debussy componía jazz aún antes de conocer esa música, refiriéndose a una de sus joyas Minstrel, preludio no.12 de su primer libro de preludios.


Esa falta de convencionalismo le cerró puertas en varios países, incluyendo Estados Unidos, con el argumento infundado que cancelaba mucho sus compromisos de recitales y conciertos. Toda una leyenda en vida.

Niño prodigio, llamado Samson “por la fuerza física” y Pascal, su segundo nombre, “por el espíritu”, nunca le interesó tanto el estado de los pianos en que tocaba, y decía que le preocupaba más la silla que el piano, aunque no al punto de transportar su propia silla como sí lo hacía Glenn Gould. Me pregunto lo que opinaría Sokolov de eso, famoso por ser extremadamente quisquilloso en la preparación de sus recitales. Tocó en sitios en los que un pianista de su renombre hoy en día ni se le ocurriría: donde lo invitaran. Una especie de artista del pueblo. En ese aspecto me recuerda un poco a Sviatoslav Richter, del cual siempre me ha llamado la atención el lugar de sus recitales.

Nunca se ha sabido realmente si por timidez, por su confesa megalomanía (escogió Samson en vez de Pascal, su segundo nombre, le puso a su hijo Maximilien y a su perro Goliath) o por postulados puramente musicales, no buscó aliarse con directores de renombre de su época, entre otras cosas para no tener que defender sus posiciones. Como una diva, en el fondo tal vez pensaba que la orquesta y el director estaban a su servicio, como en esa grabación del primer concierto de Chopin a la que me refiero en la que el pobre Frémaux debió sufrir.


INFLUENCIAS

 

Adoraba Chopin, de quien decía de manera muy gastronómicamente francesa, que este compositor es como el cerdo, porque todo es bueno. De acuerdo. Todo Chopin cabe en unos 18 CD’s. Todo Liszt en unos 100 CD’s. Pero no todo lo de Liszt es espectacularmente bueno. Chopin, en cambio… qué tal si Chopin hubiera muerto a la edad en que murió Liszt, a los 74 años en vez de a los 39? Otro de esos casos.

 

Chopin acompañó a Samson François siempre, y para algunos, incluído yo, logró que su nombre estuviera asociado automáticamente con aquel de Chopin. En una reciente entrevista, Bruce Liu, ganador de la última versión del concurso Chopin (2021 aplazado del 2020 por pandemia) y de quien espero referirme en una próxima entrada, confiesa haberse interesado por el arte oratorio de Cortot y Samson François, luego de haber pasado por pianistas más recientes como Perahia (revista Classica no. 238). Por el contrario, Samson François nunca soportó Brahms, de quien decía que le dolían las manos tan solo de pensar en él.

 

Descubierto por Cortot en el conservatorio de Niza a los 11 años (por supuesto, se nota a leguas que Samson era un niño del sur de Francia, no solo por su particular acento, ni parisino ni del sur al final), fue recomendado para integrar la clase de Yvonne Lefébure en la Escuela Normal de Música de París, al mismo tiempo que recibía clases de armonía de Nadia Boulanger (más adelante profesora de unos cuantos músicos de renombre como Astor Piazzolla, Daniel Barenboim y John Eliot Gardiner, entre otros). Pero Marguerite Long finalmente lo recibe, y termina de “limpiar” su técnica en el Conservatorio de París, cueste lo que cueste: luego de muchos años, ya habiendo ganado la primera versión del concurso Long-Thibaut en 1943, Samson François afirmaba ser un verdadero privilegiado por ser el único alumno en haber recibido una bofetada de la maestra.

A pesar de ser el símbolo del pianista 100% francés, “el último monstruo sagrado del piano francés” como muchas veces lo llaman, su ídolo era Vladimir Horowitz, de quien imitaba sus tempos diabólicos en los primeros recitales, añadiendo que si fuera rico contrataría un pianista para que tocara los movimientos lentos.


CORTA PERO ANCHA


No tengo respuesta a la pregunta, título de la entrada. Tal vez su desempeño como pianista iba a seguir cayendo como ya estaba pasando (según dicen a causa de los excesos y que dormir no era su principal interés) y eventualmente iba a pasar al olvido. Tal vez hubiera finalmente logrado conquistar un amplio público en otros continentes, como sí lo logró en Japón. Tal vez hubiera compuesto un poco más: su obra Magia Negra es bien interesante, aunque su propuesta estética no me atrapa aún. Casi seguro hubiera logrado su anhelo: completar la grabación de todas las obras de Debussy para piano.

En efecto, murió en lo suyo, en 1970, en la pausa entre dos sesiones de grabación, tratando de acabar sus grabaciones completas de Debussy. Me recuerda a Charly cuando dice que no entiende un artista que no esté dispuesto a morir por lo que hace, y también a Andrés Calamaro en una de sus canciones: “la vida es corta pero ancha”. 


Comentarios

  1. Muy interesante su blog, se aprecia que lo realiza con cariño y buen estilo. Cuente conmigo como seguidor!. Lo único, si me permite, no sea demasiado radical ni dogmático en ciertas apreciaciones; más o menos ya ha dejado claro que usted no es un entusiasta del movimiento historicista, lo cuál es muy respetable faltaría más!. Pero no trate de menoscabarlo de cualquier manera. Piense usted tendrá lectores a los que sí gusten estas formas interpretativas!. Decirle que en el ámbito de la interpretación historicista hay versiones de los 4 estaciones de Vivaldi para arreglo de flauta; Dan Laurin con Arte del Suonatori para el sello BIS. Como también existe un arreglo de las Suites para cello de Bach, tocadas a la flauta por Frans Bruggen (Teldec), del que por cierto fue gran admirador Patrick Gallois. ( Disponibles en you tube). Oigalas porque como flautista que es usted, creo que se llevará una agradable sorpresa. No tome a mal, mis sugerencias, por favor!. Javier.

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    1. excelente muchas gracias! Muchas gracias por las recomendaciones. Me divierte que suene tan radical con los historicistas, porque de hecho disfruto muchas de sus grabaciones y no niego el movimiento para nada. Esta era sobre todo una puya a mi gran amigo Nicolás Ramírez, pero en realidad nada tan serio. Hace poco "descubrí" a Tatiana Shebanova: me encantan sus grabaciones de todo Chopin con piano moderno y también con pianoforte. La verdad no sé cuál me gusta más. Disfruto ambos. Creo que así como antes tocaba escoger en ser Wagneriano o anti-Wagneriano y ya a uno ni se le pasa por la cabeza esa separación, con los historicistas puede llegar a pasar lo mismo eventualmente. Ahí está Shebanova de ejemplo, quien decidió no escoger, verdad?

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    2. De acuerdo en lo que dice!. Personalmente no creo que sea tan importante el instrumento a la hora de abordar este o aquel repertorio. Muchos intérpretes de música antigua comienzan por el instrumento moderno y luego se especializan en el homólogo de época. Savall o Coín comenzaron en el cello y después abordaron la viola. Álvaro Marías completo sus estudios de flauta travesera para después pasar a la flauta de pico y traverso barroco,; del que por cierto dice de este último, que tocarlo medio bien le llevó 10 años, ( ya que tiene una afinación problemática y otra técnica de embocadura). En cuanto a tocar el piano o pianoforte el cambio no supone gran esfuerzo ya que el sonido "viene hecho", es decir afinado. Lo que sí considero oportuno a la hora de abordar por ejemplo música antigua con instrumentos modernos es implementar de alguna manera técnicas de interpretación de la época ( en cuanto a la articulación y fraseo) para conseguir un mayor acercamiento estilístico. Aunque lo principal será siempre, desde mi punto de vista, el buen gusto, el talento musical o la profundidad interpretativa a la hora de tocar éste o aquél repertorio.
      Un saludo. Javier (desde España)

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    3. De acuerdo con todo lo que dice. En efecto la articulación y fraseo deben considerar obligatoriamente el tipo de música que se está tocando. Un staccato tocando Wagner, Piazzolla o Bach debe ser completamente diferente, por ejemplo. Esto sí que es relevante en intrumentos de viento

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