Preludios y Fugas

Solo hasta hace poco empecé a tener en cuenta a Tatiana Nikolayeva. Me impresionó una grabación en vivo llamada “The 1989 Herodes Atticus Odeon Recital”. De ese disco me encantó su Bach por encima de todo. Empecé a oír otras grabaciones de ella. Sobre todo sus grabaciones para el sello inglés Hyperion, como el Arte de la Fuga y las Variaciones Goldberg de Bach, obras que siempre me han fascinado. 


FUGA Y MISTERIO

 

Yo conocí el Arte de la Fuga para piano con el álbum con que debutó Pierre-Laurent Aimard en Deutsche Grammophon (DG) en 2008. Con ese disco no solo conocí la obra que menciono sino a Aimard. Increíble disco, no podía parar de oírlo. Hoy lo considero un verdadero tesoro. 

Empecé una extensa colección de Aimard, todo lo de DG, luego lo de Warner y más recientemente lo de Pentatone. Aimard es para mí uno de los mejores pianistas del mundo. En 2016, cuando estábamos pasando una temporada en Lyon, decidí ir solo a París, tomar una noche de hotel para ver un concierto de Aimard en la Philharmonie de París, y devolverme al día siguiente a Lyon. Inolvidable concierto en el que conocí la famosa y controversial Philharmonie de París, también su excelente restaurante en el que comí justo antes del concierto, y vi también a Rattle dirigiendo la London Symphony Orchestra (LSO) en la 8ª de Bruckner. Pero ni Rattle ni Aimard ni el restaurante fueron tan memorables esa velada como la impresionante acústica de la Philharmonie de París, algo que nunca había oído antes: estaba bastante lejos del escenario, porque decidí ir un poco sobre el tiempo, y el sonido me llegaba como si estuviera ahí metido; en ningún otro sitio he oído algo parecido. Lo de la acústica que algunos mencionaban siempre me había parecido snob, una exageración, o un misterio, casi un mito urbano, y pensaba que no era tan importante siempre que el sonido lograra transmitirse decentemente y sin una reverberación exagerada. Pero en la Philharmonie por fin lo había entendido, así como esa “carrera” por construir auditorios de esas características, cueste lo que cueste. Terminé el concierto convencido que todas las grabaciones deberían hacerse en sitios como ese.

Volviendo a Aimard, con ese primer disco pensaba que nadie podía igualar su Arte de la Fuga. Más aún cuando oí otras versiones para piano como la de Angela Hewitt y varias otras que no recuerdo, incluida la reciente de Daniil Trifonov. Ninguna lograba acercarse a la de Aimard ... hasta que este año oí la de Nikolayeva. Otra vez Nikolayeva. Hay algo en esa versión que me capturó de entrada. Tal vez sea solo el sonido. También creo que se trata de su deshinibición a la hora de aplicar el pedal. 

Algo que entendí hasta hace poco es que un buen intérprete no es el mejor técnicamente, tampoco el mejor informado, ni el que sea más cercano al compositor o a la tradición. De lo contrario una argentina como Argerich nunca hubiera podido ganar el concurso Chopin, un venezolano como Dudamel ni en sueños sería director de la Ópera de Paris, y un colombiano, paisa, como Orozco-Estrada nunca hubiera llegado a Viena en calidad de director de su orquesta sinfónica (lástima que se acaba de anunciar su renuncia inmediata). 


INTÉRPRETES 


Ahora recuerdo un libro que leí hace algunos años de Evgeny Kissin en el que explicaba que la técnica de Vladimir Horowitz era inigualable, de otro planeta, un verdadero mago! … pero que le parecía de pésimo gusto todo lo que tocaba. Ahí caí en cuenta que un buen intérprete tiene más que ver con el buen gusto que con cualquier otra cosa. Estoy convencido que de eso se trataba la rivalidad entre Horowitz y Rubinstein. Por el lado de Rubinstein interpretar correctamente una obra se trataba de buen gusto, de elegancia, de sobriedad, etc., y no tanto de la destreza digital o de las cosas demostrativas que proponía Horowitz. Ahí empecé a caer en cuenta por qué Barenboim me había impactado tanto como pianista, y adicionalmente por qué muchos no logran entender su relevancia: definitivamente no se trata del pianista más hábil digitalmente, y menos a sus casi 80 años; se trata de su trabajo como curador, de su buen gusto, de su estilo y fidelidad musical. Es un poco la comparación en el rock entre David Gilmour e Yngwie Malmsteen. No hay duda que Yngwie es uno de los guitarristas más hábiles que he oído, pero musicalmente Gilmour está incomparablemente por encima, casi como si se tratara de géneros e instrumentos diferentes, y ambos tocan una Fender Stratocaster. 

 

Así mismo, varios discos de Anne-Sophie Mutter dejan mucho que desear en cuanto a buen gusto, mientras que no le conozco ninguno de esos pecadillos a Pinchas Zukerman, por ejemplo. Creo que de eso se trata la reciente revelación al mundo del joven violinista Théotime Langlois de Swarte: increíble todo lo que hace y sin una pizca de narcisismo. 

Eso mismo pasa si comparamos a Daniel Barenboim con Valentina Lisitsa, es que no hay punto de comparación en realidad. Otro ejemplo de mal/buen gusto son las sonatas para violín y piano de Mozart por Mutter/Orkis versus las de Perlman/Barenboim, empezando por la carátula! Es que parecen obras distintas.


EL DORADO

 

De ese acercamiento a Tatiana Nikolayeva me impresionaron también sus Variaciones Goldberg. Igualmente creo que se trata de una visión muy personal, sin ningún complejo con respecto a los historicistas. Las primeras Variaciones Goldberg que conocí fueron las de Glenn Gould, tanto la versión de 1955 como la versión de 1981. Sin embargo, nunca me parecieron la última palabra. Aunque reconozco el interés de las de Gould, las de Barenboim, Schiff y Perahia me mueven mucho más. Creo que las de Nikolayeva son más cercanas a estas últimas que a Gould. En realidad no puedo decir cuál de todas estas versiones me gusta más: afortunadamente no hay que elegir y puedo disfrutar todas. También las recientes de Lang Lang, a pesar de las críticas que he visto, que tienen más que ver con la aversión en general al pianista chino que otra cosa. También recientemente me impactaron mucho las de David Fray, como todo lo que graba este pianista francés, y las de Hannes Minnaar en SACD, ambas producciones con críticas más bien desfavorables. 


En el caso de las variaciones Goldberg de Bach, me parece que los críticos se dejan llevar mucho por la tradición, encabezada sobre todo por Glenn Gould, y por lo tanto propuestas nuevas o muy diferentes no tienen mucho éxito entre ellos. 

 

24 PRELUDIOS Y FUGAS


Ya habiéndome acercado al Bach de Nikolayeva, supe que también había grabado para Hyperion los 24 preludios y fugas de Shostakovitch en una prestigiosísima y premiada colección de 3 CDs de 1990. Dudé mucho en oírla porque la única versión que conocía era la de Ashkenazy y la verdad no me había marcado. Sin embargo, quería explorar más grabaciones de Nikolayeva porque todas me habían impresionado hasta ahí. Qué shock cuando las oí! Empezando por el sonido. Pero también la profundidad, la intención, y nuevamente… el buen gusto. Creo que algunos preludios y fugas de Shostakovitch benefician de un tempo no tan rápido. Tal vez era esto lo que más me gustaba de estas de Nikolayeva, en contraste con las de Ashkenazy, a quien le habían tomado 2 CDs solamente. Pero lo más impactante es que tenía la impresión que ahora sí me estaban contando la verdad sobre estas piezas. Hacía años no oía las de Ashkenazy, tenía vagos recuerdos, y ahora tenía la impresión que se trataba de obras diferentes. Entonces volví a la versión de Ashkenazy, y al volverla oír me daba cuenta que las de Ashkenazy no estaban nada mal tampoco, sino que tal vez no las había entendido cuando las oí por primera vez. Nikolayeva me las había explicado. 

 

EL MAYOR


Sí, yo creo que en música es necesario tener explicadores, o traductores, o lo que llamamos más comúnmente intérpretes. Es extremadamente necesario. Alguien que muestre la verdadera naturaleza de una obra para poder ir a explorar y disfrutar otras visiones y discursos. No para encerrarse en una única visión, no. En ese sentido creo que el mayor intérprete que hasta ahora he conocido es Barenboim. 


Barenboim me ha explicado muchísimo, tanto de piano como de orquesta. Claro, no es el único, por ahí también hay otros explicadores como Celibidache, Furtwängler, Aimard, Perahia, Schiff, incluso Karajan y Harnoncourt en su momento … y ahora Nikolayeva. 


Recuerdo cuando volví a Colombia con mi doctorado en ingeniería debajo del brazo y me tocaba dictar clase. Había estado alejado de esa actividad varios años y ya no entendía en realidad cuál era mi verdadero rol, puesto que mis clases no podían contener más ni mejor información que los libros. Poco a poco llegué a la conclusión que mi rol es el de traductor e intérprete: se necesita alguien que entienda bien las cosas y que se las aterrice a los estudiantes, teniendo en cuenta el particular contexto cultural, social, incluso político y sobretodo lingüístico, propio de este lugar y de estos tiempos, cosas que por supuesto no fueron tenidas en cuenta en ningún momento por los autores de los libros, además porque resulta completamente imposible. Algo similar creo que pasa con los compositores y los intérpretes en música clásica. De alguna forma el intérprete “actualiza” y/o “acerca” obras compuestas muchos años antes para un público muy distinto y con unas realidades radicalmente diferentes de cuando y donde fueron escritas.


SCHUBERT NOW

 

En efecto, de manera similar a lo que cuento sobre los preludios y fugas de Shosta, en esas dos versiones Ashkenazy Vs. Nikolayeva, en la que Nikolayeva me las acercaba, pues ya me había pasado con varias obras, pero con mayor claridad con las sonatas de Schubert. En efecto, recuerdo que conocí las obras para piano solo de Schubert con la famosa colección DECCA de Uchida. Y en realidad no me habían impresionado. Sí me gustaban pero no me enloquecían, podía vivir sin eso. Con esa grabación de Uchida, Schubert me parecía un tanto ingenuo, y algo cursi en algunas partes. Se lo achacaba a su origen vienés. Pero cuando oí las sonatas de Schubert por Barenboim fue como abrir una puerta. Es decir no solo me mostraba la esencia de esa música sino que me daba la llave para entender y disfrutar más otras versiones. Cuando volví a la versión de Uchida finalmente pude disfrutarla y valorarla en su justa medida. Y más extremo aún, esa llave me dio la oportunidad de abrir otras puertas de la música de Schubert que hasta el momento había ignorado, como sus sinfonías y su música de cámara.


EL MELÓMANO Y SU PARAÍSO

 

Creo que el melómano debe estar abierto a varias versiones, visiones distintas, y poder valorarlas en su justa medida, siempre que entienda la esencia de las obras. Creo que es un error tratar de encontrar la mejor versión, el mejor instrumentista, el mejor compositor, etc., como si se tratara de atletas y no de artistas. Eso de clasificar hace parte de nuestra naturaleza pero en arte no tiene mucho sentido. Quién es mejor, Picasso o Dalí? Yo sé cuál Dalí me gusta más, pero no tiene sentido decir cuál es mejor pintor en términos absolutos. Y el error está en que si lo dijera no podría ignorar la obra del otro. Obligatoriamente, si me gustaran las artes plásticas, podría (y tal vez debería) perfectamente apreciar ambos. Por eso, desde hace años, no elijo sino acumulo, como un cajón sin fondo en donde puedo meter infinitas cosas.

 

Ahora recuerdo cuando nos visitó nuestro amigo francés Thibaut Jombart y se dio cuenta que yo tenía una extensa colección, o sea casi todos los CDs, algo como 35 CDs, del legendario rockero Johnny Hallyday, quien siempre ha sido para mí como un Elvis Presley francés; tal cual como si Presley hubiera llegado a los 74 años, y hubiera seguido vigente. Thibaut me armó un show impresionante, que como era posible, que yo siendo tan culto musicalmente pudiera ser capaz de tener esa basura, que el tipo no sabía cantar, que era de lo peor que había en las galias y sus alrededores, etc. Yo ni siquiera sentí ni un poquito de vergüenza. De verdad. Por qué no puedo apreciar Beethoven, Mahler, luego Piazzolla, un buen joropo, una canción de los Rolling Stones y en seguida Johnny Hallyday, cada uno en su justa medida? Una persona no está autorizada a apreciar diversas cosas? Solo porque tiene una etiqueta de culto? O sea, al que le gusta el buen cine no puede ver una comedia romántica? Es como pensar que a alguien que le guste el caviar no puede comer chicharrón. O alguien que tome champaña no pueda apreciar un vaso de chicha. O alguien que le gusta Dalí no pueda apreciar un grafitti callejero. Cada cosa en su justa medida.

Por eso pienso que la aversión a varias corrientes como los historicistas es un poco exagerada. Yo creo que un melómano no busca la mejor versión de nada. Tal vez busca la diversidad, nuevas propuestas. Y esa es justamente la perdición del melómano. Todo le gusta…en su justa medida. Bueno, por lo menos fue mi perdición. Además, me da tanta curiosidad: si alguien publica un disco con obras muy conocidas y que beneficien de muchas grabaciones, siempre me pregunto “pero cuál será su propuesta?”


CLAVES

 

Los preludios y las fugas, de manera combinada como lo hacía Bach, o bien individualmente como lo hizo Chopin, ha sido un tema recurrente en la música clásica. Adicionalmente es de lo que más me ha capturado, y a la vez lo que menos entiendo. 

 

Por ejemplo del clave bien temperado de Bach conozco un gran número de grabaciones como las dos de Schiff en estudio y la de video (de las que más me gustan), la de Pollini (solo el primer libro) que me parece como un tesoro, la versión de Barenboim que considero de las mejores, la de Aimard (solo el primer libro) que me encanta pero me parece de un nivel inferior a las otras, así como la versión de Ashkenazy. Recientemente conocí la de Nikolayeva también, increíble grabación pero creo que el sonido no le hace justicia, lástima. Pero cada vez que oigo alguna de estas grabaciones que he oido incontables veces es como si no conociera la obra. Algo muy extraño. Y entonces paradójicamente me gusta aún más.


PRELUDIOS

 

En cuanto a los preludios de Chopin, definitivamente la grabación de Seong Jin Cho en pleno concurso Chopin de 2015 me parece insuperable por ahora, como lo he comentado en entradas anteriores. Además Cho actuó como el explicador para esa obra. La de Barenboim para EMI siempre me pareció desilusionante, no se por qué. Y he oido muchas otras que no me han marcado. Extrañamente ni la de Sokolov ni la de Richter me parecen de las mejores. Para el caso de estas obras, en realidad creo que las conozco un poco mejor, y no logro sorprenderme cada vez que las oigo. Aunque el preludio 24 siempre me logra capturar. 


Lo que me parece raro de estas obras es que son preludios sueltos, es decir son preludios a nada en realidad, lo cual es de por sí contradictorio, y entonces me parece dificil no perder la atención a medida que pasan, porque cada preludio es independiente del siguiente. Y el problema es que uno los oye como si fuera una suite, cuando en realidad no lo es. Creo que incluso a Chopin le parecería una salvajada oir sus 24 preludios de manera continua. No me parece fácil ni placentera su escucha, en realidad. Creo que es muy exigente para el oyente. 


STREAMING SOBRE EL AGUA

 

Y ahí es donde una plataforma de streaming especializada en música clásica debería aportar algo, dar valor agregado. Podría por ejemplo proponer playlists inteligentes armónicamente para lograr mejorar la experiencia al abordar esas obras dificiles. Podría incluso proponer playlists con niveles de dificultad progresivos o adaptados a la experiencia individual de cada uno, según su propio nivel. Podría haber playlists con propósitos musicales bien diferenciados: exploración, profundización, inmersión, contraste, iniciación (a la música atonal por ejemplo), etc. Creo que sería bueno que hubiera playlists que exigieran una gran concentración y otras más ligeras, y que el oyente pudiera seleccionar en qué situación está. Podrían elaborarse como se elabora el programa de un concierto o recital: el pianista inglés Benjamin Grosvenor compara esto al menu de un gran restaurante, con sus diferentes platos, pero con cierta coherencia entre ellos. Creo que eso está muy quedado en las plataformas de streaming e incluso en los programas para manejar la música digital: me da la impresión que las playlists se hacen con mucha aleatoriedad, sin tener en cuenta conceptos musicales en realidad: qué pieza le da continuidad rítmicamente a la playlist? cómo crear una ruptura rítmica que a la vez genere placer y sea coherente armónicamente? Cuándo es necesario mantener la evolución armónica y cuando es deseable crear una ruptura? En qué casos es posible fragmentar una obra en sus movimientos, y a la vez cómo se lograría cierta lógica y continuidad musical? 


Ya hay ejemplos pero por fuera de la industria del streaming, como el exquisito disco Water de Hélène Grimaud (DG, 2016), quien, aunque me da la impresión que lo hizo un poco ingenuamente, se atrevió a proponer “transiciones” de otro género musical (música electrónica, tal vez sea el género) compuestas e interpretadas por el DJ Nitin Sawhney entre obras cortas de un nivel alto de dificultad de Berio, Takemitsu, Fauré, Ravel, Albéniz, Liszt, Janáček y Debussy, relacionadas de lejos o de cerca con el agua, pretendiendo una reflexión ecologista. Ese disco es una joya para mí y las elegantísimas piezas de transición en nada restan relevancia ni rigor a las piezas principales, y por el contrario tienen la altura artística suficiente para refrescar sin provocar ningún choque la escucha general del disco. Un ejemplo de cómo hacer mezclas, no de preludios y fugas exactamente, sino entre géneros, pero con mucha clase.

 

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