Sibelius (parte 1/2)

Me encanta comparar compositores con bebidas. A veces uno lanza que le gusta mucho un compositor y la mayoría de personas se imagina que uno lo oye día y noche, cuando en realidad no es así. A uno le puede encantar pero uno lo termina oyendo tan solo unas pocas veces al año. Y la comparación viene de que hay personas que afirman que les encanta el bloody mary por ejemplo, y seguro no se toman un bloody mary todos los días al desayuno, al almuerzo y a la comida, a pesar de que les encante. Seguro se toman solo unos pocos bloody marys al año. Pero les encanta legítimamente. En cambio, por ejemplo sí se toman sin problema un vaso de agua varias veces al día. Lo comento más adelante, pero esto me recuerda a Boulez diciendo de alguna música muy moderna y compleja que no es como para oírla lavándose los dientes. Siempre me dio risa esto.


BEBIDAS Y COMPOSITORES


El caso es que hay bebidas que uno puede consumir sin moderación, todos los días. Así mismo hay compositores cuya música podemos oír todos los días, casi sin moderación, y la seguimos disfrutando. La comparación es muy personal, pero para mí la bebida que menciono sería el agua, y los compositores correspondientes podrían ser Mozart y Haydn, por ejemplo. Inofensivos. Pero hay bebidas que uno quisiera beber todos los días pero que uno no lo hace por diversas razones, a veces solo para encontrar un momento adecuado o especial para hacerlo, no de afán ni en una situación cualquiera (como lavándose los dientes). Pienso por ejemplo en la cerveza, y el compositor correspondiente sería Beethoven, pero también Bach y Brahms, los cuales en efecto uno preferiría no oír mientras se lava los dientes. Igualmente, a mí me encanta el whisky, pero por supuesto no tomo todos los días, así como no oigo todos los días Sibelius ni Bruckner. Hay otras bebidas como el cognac, el cual podría estar asociado a Wagner, Tchaikovsky, Elgar y Vaughan Williams. El vino tinto sería Schubert o Chopin, el vino blanco Schumann o Saint-Saëns. El vino rosado Mendelssohn, y la champaña Liszt o Rachmaninov. Una sangría algo aguada sería Satie. Tal vez uno toma un coctel poco dulce, muy sofisticado y complejo una vez al año o ni siquiera, así como uno oye Boulez, Ligeti o Dutilleux. Un coctel menos sofisticado, pero poco dulce también, podría ser Mahler, Berlioz o Penderecki. Y un coctel muy dulce sería Vivaldi tal vez. Y si existiera un coctel agridulce (seguro existe pero no soy experto en cocteles) seguro sería Shostakovitch o Prokofiev.


AGUA FRIA DE MANANTIAL


Por qué cuento esto en esta entrada, si la entrada es sobre Sibelius? Justamente él indirectamente provocó que empezara a pensar en esto. Siempre me llamó la atención su frase de 1923 al presentar su 6ª sinfonía, traducida más o menos así:

“Mientras que la mayoría de los demás compositores modernos se dedican a fabricar cocteles de todos los matices y descripciones, yo ofrezco al público agua fría de manantial”. Leí esta frase por primera vez en una biografía de Karajan, quien siempre fue defensor de la música de Sibelius. Lástima que no grabó todas sus sinfonías, sino únicamente las últimas, de la 4 a la 7, dejando de lado las tres primeras, mis preferidas hasta hace poco. Me pareció genial esta frase por varias razones: porque con ella Sibelius se desmarca de las modas de la época, además porque es muy reveladora de su música y finalmente porque con ella de paso critica sutilmente a los otros compositores. Y me preguntaba por qué criticar a los otros compositores? tal vez había anécdotas de rechazos, desplantes o algo por el estilo? o simplemente se trataba de autoafirmarse? era tan poca su autoestima para tener que recurrir a esto?

Por otro lado, su primera obra, escrita a los 10 años, en 1875, se llama Gotas de Agua. Otra vez el agua, otra vez una bebida. Adicionalmente, se sabe que Sibelius le jalaba bastante al alcohol, sobre todo al final de su vida.



FINLANDIA


Pobre Sibelius, el final de su vida, su vida sin componer fue bastante prolongada. De 1926 a 1957 prácticamente no publicó nada, afirmando que trabajaba en su 8ª sinfonía, cuyos avances terminó siempre botando al fuego una y otra vez. Creo que estaba inhibido por las nuevas corrientes del siglo 20, que se alejaban de su estética musical. Creo que sentía que lo había dejado el tren. Admiraba la música de Debussy, de Schoenberg y de Richard Strauss, pero seguramente pensaba que no estaba a su altura, y que no lograba proponer nada tan revolucionario como ellos. Lástima porque justamente la estética de Sibelius me ha parecido muy moderna siempre, pero sin adherir a las nuevas corrientes del siglo 20.


Para mí basta con esa frase para describir la música de Sibelius. Esencial, refrescante y pura. Pero además se trata de agua muy fría, porque es un finlandés el que dice que se trata de algo frío. Entonces realmente es helada, incluso podría estar congelada, y también podría estar en denso movimiento, de manera muy imponente.

Sibelius creó un lenguaje musical tan original, que en mi opinión no se parece a nada, ni antes ni después, a pesar de sus influencias austro germanas en Wagner, Bruckner y Liszt. Su música es una síntesis perfecta, en el sentido que no suena artificial ni forzado, entre lo primitivo, al parecer propio de las regiones más salvajes de Finlandia, y las exigencias de un sofisticado estilo postromántico del más alto nivel. Un verdadero milagro.

Hay que oír Finlandia, una de sus obras más emblemáticas, compuesta para la exposición universal de 1900 en París, luego de su exitosa 1ª sinfonía. Tanto Finlandia como su 1ª sinfonía son de mis obras preferidas en todo el repertorio clásico. En mi cabeza, ambas retoman lo del agua helada, sino que Finlandia en el mar y la 1ª sinfonía en tierra. Qué poder el de Finlandia, impresionante. Cuando la conocí con la famosa grabación DG de Karajan, no lo podía creer, fue una total revelación, todavía me da escalofríos. Pero su 1ª sinfonía siempre la oí como una verdadera declaración, un manifiesto, la afirmación de la estética completa de Sibelius. Ese comienzo solitario y frío, esa intervención repentina de las cuerdas con notas repetidas, esa melodía, y la entrada de los cobres, para luego continuar con el tema, el tutti con los cobres, la transición a los temas a cargo de las maderas, ese accelerando con los timbales…qué obra impresionante.



PRIMERAS SINFONÍAS Y DECADENCIA ROCK


Me encantan las primeras sinfonías de varios compositores: la de Bruckner siempre me ha vuelto loco, las de Brahms, Schumann y Mendelssohn también, las primeras también de los ingleses Elgar y Vaughan Williams, incluso las de Dvorak y Tchaikovsky, y por supuesto la de Sibelius, me han encantado siempre. Creo que en muchos casos algunos compositores se retuvieron en publicar su 1ª sinfonía, y así tuvieron tiempo de madurarla, de autocriticarse, pusieron toda su energía, sus ideas más brillantes y revolucionarias para la época, y ya cuando decidieron publicarla se había convertido en una verdadera obra maestra. En cambio para las siguientes, sobre todo para la inmediatamente siguiente, es posible que sintieran cierta presión social o tuvieran angustias económicas, y por lo tanto en muchos casos no podían demorarse tanto en publicarla. Tal vez. El caso es que es recurrente para mí esto. Tal vez pocos adhieran a lo que voy a afirmar, pero considero mejor la 1ª de Beethoven que su 2ª, así como considero mucho mejor la 1ª de Brahms que su 2ª.


Sin embargo, esto está contrarrestado por el efecto de mejora que tienen los compositores de música clásica, en particular si miramos su obra completa. Me explico. En muchos casos es evidente el progreso de los compositores de música clásica con el tiempo. El caso más claro en mi opinión es Beethoven, en el que su 9ª sinfonía es incomparablemente mejor que su 1ª. Y eso se lo atribuyo a una especie de entrenamiento o experticia en la materia, y a una madurez, no solo musical. Eso mismo pasa con las sinfonías de Mozart, Haydn y Schubert. Y no solo con las obras sinfónicas sino con todo lo otro, como conciertos, música de cámara e incluso música sacra. Hay que ver el requiem de Mozart. Qué obra! Hay que ver, o más bien oír, las últimas sonatas para piano de Schubert, radicalmente mejores que las primeras. 


Esto siempre me pareció un rasgo distintivo de la música clásica en comparación con cualquier otro tipo de música. Por ejemplo en rock/pop, los últimos discos de un grupo, me atrevería a decir que de cualquier grupo, siempre son de menor calidad que los primeros. Incluso creo que esa es una forma de medir la calidad musical de un grupo. Por ejemplo Pink Floyd fue en claro ascenso desde su primer disco The piper at the gates of dawn de 1967 hasta Wish you were here de 1975 o incluso algunos dirán que hasta Animals de 1977 y otros dirán que hasta The Wall de 1979. Pero creo que pocos podrían afimar que The Final Cut de 1982 es mejor que Dark Side of the Moon de 1973. Es decir, sí hubo una decadencia, pero es un grupazo porque el ascenso duró por lo menos 7 u 8 discos mal contados (es difícil contar bien porque están aquellas bandas sonoras de películas de los primeros años como More de 1969 y Obscured by Clouds de 1972, y discos como Ummagumma de 1969 que unos contarán y otros tal vez no). En cambio, otros grupos suben tan rápido como bajan, al parecer agotando todos sus argumentos en unas pocas canciones.


CICLOS SINFÓNICOS DE SIBELIUS


Volviendo a Sibelius, su 2ª sinfonía es también una de mis preferidas de todo el repertorio sinfónico. Qué tal ese paso del 3er al 4º movimiento!!! Ese poderosísimo 4º movimiento siempre me cautivó. Tuve la fortuna de ver en vivo una interpretación en Lyon en 2016 de esa sinfonía dirigida por el también finlandés Jukka-Pekka Saraste. En primera parte, el violinista griego Leonidas Kavakos tocó el concierto de Brahms. En ese momento yo no sabía muy bien quienes eran ni Leonidas ni Jukka-Pekka. Luego me vine a enterar que ambos son músicos de mucho renombre, en especial el virtuoso griego. Hace poco grabó para Sony las sonatas y partitas para violín solo de Bach, un discazo.

Yo conocí las sinfonías de Sibelius con la colección EMI de Simon Rattle dirigiendo la City of Birmingham Symphony Orchestra. Fue una verdadera revelación cuando la oí. Una música que no se parecía a nada. La oía como una música sobria e imponente a la vez. Muy iluminada pero monocromática. Había mucho blanco, azul y grises. Pero sobre todo mucho blanco. Durante años me bastó con esas versiones de Rattle. 


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